La naturaleza no deja de
sorprendernos. La cantaridina, una sustancia que forma parte del veneno de un escarabajo -concretamente
el Lytta vesicatoria-
resulta ser de extraordinaria utilidad en el tratamiento del molusco contagioso
(más información sobre los moluscos contagiosos en este blog). Entre sus
innegables ventajas se encuentran el tratarse de un procedimiento indoloro (lo
cual es fundamental teniendo en cuenta que en la mayoría de casos los pacientes
son niños pequeños, con varias –incluso múltiples- lesiones), y además rápido.
Aunque el uso de la
cantaridina en el tratamiento de moluscos contagiosos y verrugas víricas (por
VPH) comenzó en los años 50, podemos destacar un estudio muy reciente llevado a
cabo en Estados Unidos en que se revisaron 512 niños con moluscos contagiosos
(en total, casi 10.000 lesiones) tratados mediante la aplicación de
cantaridina. Más de la mitad de los niños experimentaron la producción de
vesículas o ampollas, lo cual no deja de ser un efecto esperable en estos
casos, si bien sólo el 2% de los niños presentaron ampollas “de consideración”.
El 7% de los niños experimentaron molestias asociadas a la irritación
secundaria al tratamiento. Otros efectos adversos fueron raros (<1%)
incluyéndose aquí picor, irritación…
Es significativo que el
86% de los padres mostraron satisfacción con este tratamiento e incluso optaron
por volver a tratarse con este procedimiento si es que fue necesario.
En definitiva, la
aplicación de cantaridina es un procedimiento seguro para el tratamiento de los
moluscos contagiosos, siendo la irritación (con aparición de vesículas y/o ampollas)
un efecto adverso frecuente e incluso esperable, obteniéndose unos muy altos
índices de satisfacción en los padres de los niños tratados.
La aplicación de
cantaridina es llevada a cabo por el Dr. del Boz en los centros donde trabaja.
Más información:
-Moye VA,
Cathcart S, Morrell DS. Safety of Cantharidin: A Retrospective Review of
Cantharidin Treatment in 405 Children with Molluscum Contagiosum. Pediatric Dermatology 2014;1-5.
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