La influencia de la dieta en el
acné, tanto en su desarrollo como en su perpetuación y gravedad, ha sido
históricamente controvertida. Si bien en los años 50 se veía como algo
evidente, posteriormente diferente estudios no pudieron demostrar dicha
asociación, desmitificándola, y hasta hace relativamente pocos años se tendía a
darle una muy baja importancia.
En cambio, en los últimos años
dicha asociación de nuevo cobró fuerza, especialmente en relación al índice
glucémico o la carga glucémica de la dieta (los azúcares), al consumo de leche
y a los ácidos grasos omega-3. Así, se apreció una mayor relación con dietas
con elevado índice glucémico o una alta carga glucémica, así como por una
elevada ingesta de leche.
-Hidratos de carbono.
En los años 60 varios estudios no
consiguieron demostrar una clara relación entre la ingesta de chocolate y el
acné. Sin embargo, en los últimos años se revisó este tema, encontrándose
diferentes limitaciones y sesgos en dichos estudios, apreciándose claros
indicios de la relación entre dietas ricas en hidratos de carbono y el
desarrollo y la severidad del acné.
Al parecer, las dietas con muchos
azúcares (hidratos de carbono) están implicadas en el desarrollo del acné al
inducir una elevación de la insulina sanguínea y factores como el IGF-1 (factor
de crecimiento de la insulina-1).
El IGF-1 actúa en distintos
órganos como son los testículos y ovarios. En estos últimos –junto con la
insulina– estimulan la síntesis de andrógenos, lo que genera manifestaciones
cutáneas, irregularidades menstruales e infertilidad, lo que se engloba dentro
del llamado Síndrome de los Ovarios Poliquísticos. En el hígado inhibe la
producción de la globulina-ligante-de-hormonas-sexuales (SHBG), y al haber más
cantidad de fracción libre de las SHBG se produce un aumento en los niveles de
andrógenos (hormonas masculinas, presentes en hombres y mujeres, que favorecen
el desarrollo de acné mediante el aumento de secreción grasa y favoreciendo la
oclusión folicular). Así, el IGF-1 en la piel actúa favoreciendo todos los
factores del acné, ya que estimula la proliferación de los queratinocitos
basales, aumenta la disponibilidad del receptor de andrógenos, la secreción
sebácea y la inflamación folicular.
Esto ocurre fundamentalmente en
dietas ricas en hidratos de carbono de absorción rápida, como son pan blanco,
arroz blanco, azúcar (bollería, pasteles, etc)…
-Lácteos.
En cambio, la forma en que los
lácteos actúan no están tan claros, si bien algunos autores lo relacionan a las
hormonas que contienen, así como a otras moléculas bioactivas, que podrían
también actuar estimulando el IGF-1. Según diversos estudios, las leches desnatadas podrían ser las que más favorecerían el acné.
-Ácidos Omega-3.
Por otro lado, se ha demostrado
que una dieta rica en ácidos grasos poliinsaturados como son los omega-3
presentes en muchos pescados, suprimen la producción de citocinas (señales)
inflamatorias que estimularían el acné, originando por tanto un cierto "efecto protector" frente al acné.
-Vitamina A.
El uso de derivados de vitamina A
en la forma de retinoides tópicos o sistémicos constituye una herramienta
importante en el tratamiento de esta patología. Consecuentemente, se ha
planteado un posible efecto en la patogenia del acné de una dieta con bajo
aporte de esta vitamina, pero no hay evidencia que lo respalde.
-Fibra.
Se ha demostrado que la
combinación de alta ingesta de fibra y baja ingesta de grasa produce una
disminución de los andrógenos plasmáticos y urinarios en adultos, aunque son
precisos más estudios para contar con evidencia científica suficiente que
respalde sus beneficios en el acné.
Recientemente un estudio
realizado en diferentes hospitales universitarios italianos sobre más de 500
adolescentes con acné corroboró dichos postulados, ya que mostró una estrecha
asociación entre acné moderado-grave y una ingesta elevada de leche,
dulces/pasteles y chocolate. Igualmente la obesidad y una ingesta pobre de
pescado se relacionaron con acné moderado o grave. Por el contrario, una toma
frecuente de pescado (al menos 1vez/semana), y una ingesta elevada de frutas y
verduras, así como un bajo índice corporal (no obesidad) se relacionaron con un
acné limitado o simplemente a la no existencia de éste.
En definitiva, gracias a la
evidencia científica disponible a día de hoy resulta razonable que como dermatólogos
recomendemos un estilo de vida saludable a nuestros pacientes con acné,
incluyendo una dieta equilibrada y sana, e igualmente debemos promover la
actividad física e incentivar la bajada de peso en aquellos que presenten
sobrepeso.
Más información:
-Grossi E, Cazzaniga S, Crotti S, et al.; GISED
Acne Study Group. The constellation of dietary factors in adolescent acne: a
semantic connectivity map approach. J Eur Acad Dermatol Venereol. 2016;30(1):96-100.
-Farías MM, Kolbach M. Acné y
dieta: Un nuevo enfoque. Piel(Barc).2012;27(7):378–383.
-Katta R, Desai SP. Diet and Dermatology. The
Role of Dietary Intervention in Skin Disease. J Clin Aesthet Dermatol. 2014;7(7):46–51.
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