jueves, 21 de junio de 2018

Mitos y realidades en protección solar en la edad pediátrica


Si bien ya en algunas entradas previas habíamos comentado de forma general algunos mitos y realidades sobre las cremas de protección solar y sobre  fotoprotección en la infancia, en esta entrada, con la ayuda del Dr. José Aguilera, fotobiólogo de la Universidad de Málaga, nos dedicaremos a repasar algunos mitos y realidades acerca de la protección solar en la edad pediátrica.

Mito: La Piel de los niños es igual a la de los adultos.
Realidad: Está probado que la piel del niño es más sensible que la de los adultos a los daños solares en los menores de 2 años. Además, la piel de los lactantes presenta diferencias estructurales con respecto a la de los adultos, presentando menor grosor y una limitada madurez de los elementos lipídicos y menor cantidad de melanina por fototipo, y presenta una mayor permeabiliad. Esto implica que los fotoprotectores que usemos en estas edades sean diferentes a las de los adultos; deben garantizar la no penetración transcutánea, y suelen recomendarse de forma general filtros inorgánicos (minerales) que actúan como una barrrera física, y que no son irritantes ni sensibilizantes.

Mito: La fotoprotección en la edad infantil no ha de ser tan rigurosa como la de los adultos ya que el cáncer de piel se presenta ya en personas mayores.
Realidad. Es fundamental la protector solar en los niños ya que mucho más de la mitad de la radiación ultravioleta (RUV) la recibimos entre infancia y adolescencia, por la gran cantidad de actividades que realizamos al aire libre en estas etapas. Además, se conoce bien la relación entre las exposiciones a dichas edades tempranas y el posterior desarrollo de cáncer de piel y aceleración del envejecimiento de la piel, por lo que la prevención temprana es una prioridad.



Mito: Los menores de un año solo deben acudir a la playa a primera hora de la mañana y última hora de la tarde.
Realidad: Los menores de un año no deberían ir a la playa a ninguna hora del día. A estas edades el riesgo de quemaduras (y por tanto, de daño solar) es extremadamente alto.

Mito: El uso de protectores solares no previene la aparición de nuevos lunares.
Realidad: Se conoce que el número de nevos (lunares) es mayor en niños de zonas con latitudes bajas con alta exposición solar e historial de quemaduras. Además se han publicado trabajos donde el uso continuado de fotoprotector disminuye la aparición de nuevos nevos siempre que el FPS (Factor de Protección Solar, que expresa protección frente a UVB) sea alto y con alta protección frente a UVA.

Mito: Usando protector solar de forma correcta, los niños pueden pasar el tiempo que quieran al sol.
Realidad: El uso de la crema protectora no debe servir de excusa con la que justificar una exposición más prolongada de los niños al sol.

Mito: Quemarse la piel “de vez en cuando” no implica riesgos para la piel del niño.
Realidad. Está demostrada la correlación entre las quemaduras en la infancia y el riesgo de desarrollo de lesiones precancerosas (queratosis actínicas) y cáncer de piel (carcinoma basocelular/espinocelular y melanoma) en la edad adulta. Las quemaduras solares indican que se han producido daños moleculares en las células de la piel, sobre el ADN.

Mito: No es necesario la protección solar en los niños de piel morena o cuando la piel ya está bronceada, ya que éstas resisten la exposición al sol.
Realidad: Aunque la piel morena es menos sensible que la blanca a la exposición solar, ambas sufren los efectos perjudiciales de las radiaciones ultravioleta (RUV), por lo que todos los fototipos han de protegerse. Por otro lado, el estar bronceado no garantiza la protección solar de la piel ni evita quemaduras solares, si bien el bronceado debería de adquirirse lo más gradualmente posible, siendo lo más importante es no llegar a quemarnos, y es difícil evitarlo sin usar protección.

Mito: El uso de una protección solar excesiva impide una correcta exposición para obtener vitamina D suficiente.
Realidad: En verano y a mediodía no suelen ser necesarios más de 5 minutos de exposición al sol para obtener la Vitamina D que necesitamos. En invierno, por el contrario, sí hay que aumentar más la exposición solar para obtener niveles ideales de vitamina D, pero las actividades habituales al exterior de los niños en época escolar garantizarían alcanzar estos niveles.

Mito: Cualquier tipo de ropa es suficiente para que el niño esté bien protegido.
Realidad: No todas las prendas de vestir ofrecen igual fotoprotección. Lo ideal en condiciones de alta exposición es utilizar camisetas de punto tipo camisetas de algodón o polos, (como los que frecuentemente se usan en uniformes escolares de verano). Las camisetas técnicas deportivas, de alta transpiración y fabricadas en poliéster, también ofrecen altos niveles de protección solar. De la misma forma, los niños deben cubrirse la cabeza con gorros (siendo los de ala ancha los que más protegen), que deberían forman parte indispensable de la indumentaria en el ámbito escolar y para el tiempo libre.

Más información:
-Paller A.S., Hawk J.L., Honig P., Giam Y.C., Hoath S., Mack M.C. New insights about infant and toddler skin: Implications for sun protection. Pediatrics. 2011;128: 92-102.
-Gilaberte Y., Aguilera J., Carrascosa J.M., Figueroa F.L., Romaní de Gabriel J., Nagore E. La vitamina D: evidencias y controversias. Actas Dermosifiliogr. 2011;102: 572-588.
-Gilaberte Y, Carrascosa JM. Realidades y retos de la fotoprotección en la infancia. Actas Dermosifiliogr 2014;105:253-62.




viernes, 1 de junio de 2018

Esos puntitos rasposos en la piel: Queratosis Pilar


Aunque es un motivo de consulta frecuente durante todo el año en las consultas de Dermatologia, puede ser en primavera, cuando la gente saca a lucir los brazos, cuando más se consulta por este motivo.

Las lesiones de Queratosis Pilar (QP en adelante) son pequeñas pápulas (lesiones sobreelevadas de aproximadamente 1milimétro de diámetro) queratósicas (rasposas al tacto) foliculares (que se distribuyen sobre los folículos del pelo) que pueden acompañarse de un cierto grado de eritema (rojez) en su base. Estas lesiones dan una apariencia de “piel de gallina”. Por lo general afectan la cara extensora de brazos, pero también pueden apreciarse en las mejillas, los muslos, los glúteos e incluso en el tronco.



En muchos casos, estas lesiones se confunden con acné, ya que es habitual apreciarlas de forma parecida a pequeños “granos”, si bien su contenido blanquecino que se desprende de las mismas cuando las pellizcamos no es pus, sino queratina.

De hecho, si biopsiamos estas lesiones, comprobaremos que se trata de un trastorno de la queratinización de la piel, en que se forman tapones de queratina (que no terminan de recambiarse de forma habitual), los cuales taponan y dilatan el orificio y la porción superior del infundíbulo de los folículos pilosos, pudiendo acompañarse de un infiltrado de células inflamatorias en dermis superficial a nivel perifolicular y perivascular.

En su diagnóstico diferencial existen otras entidades como el liquen espinuloso (enqu las lesiones presentan “espinas de queratina” y se distribuyen sobre grandes parches de piel, normalmente en el tronco y extremidades de niños, o la pitiriasis rubra pilar, en que suele haber -entre otros- un cierto engrosamiento (hiperqueratosis) de la piel de palmas y plantas. 

Se trata de un trastorno absolutamente benigno, con repercusión puramente a nivel estético, aunque a veces puede acompañarse de cierto picor.

Es un trastorno muy frecuente, y según algún estudio podría afectar a al menos la mitad de los adolescentes, en mayor o menor grado. Se estima que es heredado de forma autosómica dominantecon una variable penetrancia y expresividad.

Por lo general las lesiones suelen aparecer en la infancia, normalmente durante la primera década de vida, y suelen mejorar (o al menos no empeorar) con la edad (generalmente, sobre los 16 años). Aunque su origen no está claro, parece haber una cierta influencia hormonal. De hecho, parece ser más frecuente en mujeres con alteraciones o cambios hormonales (hiperandrogenismo, embarazos…).

Si bien en la gran mayoría de casos se tratan de un fenómeno aislado, en ocasiones pueden aparecer como un elemento más de enfermedades cutáneas como la dermatitis atópica, entidad igualmente muy frecuente en nuestro medio (de hecho, la presencia de QP no es útil para su diagnóstico), u otras más raras como la ictiosis vulgar (aquí es más frecuente que en la propia dermatitis atópica).

La queratosis pilar atrófica es un término usado para referirse a una serie de trastornos con QP y atrofia asociada (un ejemplo es el Uleritema ofriogenes, en que niños presentan lesiones tipo QP en la cara que luego evolucionan desarrollándose cicatrices atróficas). La eritromelanosis follicularis faciei et colli por su parte se caracteriza por eritema, hiperpigmentación (manchas rojizas y marronáceas y lesiones tipo QP).

También se han relacionado con QP déficits de vitamina A ó B12, el hipotiroidismo, la enfermedad de Cushing o la administración de corticotropina, si bien no está ni mucho menos indicado el despistaje de estas enfermedades de forma rutinaria al encontrarnos con una QP.  

Aunque no existe un tratamiento curativo, sí existen variadas opciones de tratamiento con las que mejorar las lesiones y sus posibles síntomas, y su base sería evitar la sequedad cutánea mediante el uso de cremas emolientes, a lo que pueden añadirse agentes queratolíticos (a base de urea, determinados ácidos…) e incluso corticoides tópicos (en periodos cortos de tiempo) según sea necesario por el tipo de lesiones, su apariencia o la sintomatología asociada. Para evitar dicha sequedad, también se recomienda evitar jabones agresivos o los baños prolongados de agua caliente.

En cualquier caso, por lo general las lesiones suelen mejorar en verano y empeorar en invierno. Probablemente el efecto exfoliante y queratorregulador de las aguas marinas y el sol sean responsables de dicha mejoría estival y la mayor sequedad cutánea inducida por el frío invernal sean las que originan su empeoramiento.

Más información:
-Hwang S, Schwartz RA. Keratosis pilaris: a common follicular hyperkeratosis. Cutis. 2008;82:177-80.
- Zhu JW, Lu ZF, Zheng M. Unilateral generalized keratosis pilaris following pregnancy. Cutis. 2014;94:203-5.