Las tiñas son infecciones por dermatofitos, que son
hongos queratinofílicos (hongos que se alimentan de queratina, la cual puede
encontrarse en la piel y en otras estructuras como son pelos y uñas).
Dentro de éstas, la tinea pedis, o “tiña del pie”, es
probablemente la tiña más frecuente a nivel mundial, aunque probablemente su
incidencia real esté subestimada, ya que al ser frecuentemente asintomática (o
que origina escasos síntomas), en muchos casos no origina consultas al respecto.
Además, parece existir un aumento en su incidencia (o al menos en su
diagnóstico) en las últimas décadas, lo cual se considera un tributo de la
civilización al uso de calzado (especialmente el deportivo, más oclusivo, que
impide correcta transpiración), puesto que el crecimiento de los hongos se favorece en condiciones de humedad y calor prolongados.
Así, es más frecuente en diferentes profesiones
con calzados cerrados oclusivos, como ocurre por ejemplo con los mineros o los
soldados, y asimismo en aparente relación al uso de piscinas, duchas y
vestuarios comunitarios. Se calcula que aproximadamente un 25%
de la población occidental desarrollará tinea pedis al menos una vez en su
vida.
Existe un predominio de casos en varones, y respecto a
su distribución por edades, a pesar de su frecuencia, es relativamente
infrecuente en niños, al igual que ocurre con las tiñas que afectan a la región
inguinal (tinea cruris) o a las uñas (tinea unguium), con las que
frecuentemente se asocia. Esto podría explicarse por un lado porque el desarrollo
hormonal favorece unas condiciones de mayor maceración y colonización en estas
zonas, así como por un mayor número de actividades deportivas que podrían
favorecer el contagio a partir de ciertas edades.
Además de la humedad y los calzados oclusivos,
personas con diabetes, trastornos de la circulación o con inmunodeficiencias (“defensas
alteradas”) tendrán igualmente más riesgo de desarrollar tinea pedis.
Casi siempre constituye una infección crónica, y tal y
como ocurre con los casos de tiña de la uña y tiña de la ingle, el hongo
dermatofito que más frecuentemente la origina suele ser Trichophyton rubrum (T.
rubrum); en menor medida puede originarse por T. mentagrophytes intergitale y
E. floccosum, y raramente por T.
tonsurans, T. violaceum o T.
soudanense. Todos éstos son dermatofitos antropofílicos, es decir, que el
ser humano supone su reservorio habitual, y se contagian por tanto de persona a
persona, aunque el hongo puede transmitirse tras contacto del pie con
determinadas superficies, ya que estos hongos pueden persistir por meses en espacios
húmedos como puede ocurrir en piscinas, baños, duchas, alfombras, saunas,
hoteles, gimnasios, colegios...
Debemos aprovechar para referir que en nuestra opinión
el término “pie de atleta” -término aún muy utilizado incluso por dermatólogos
en la actualidad- debería desecharse debido a la confusión que origina, puesto
que según dónde se encuentre representará desde un concepto sindrómico
abarcando todas las micosis (infecciones por hongos) de los pies, o incluso puede
usarse para referirse a un simple subtipo de tiña del pie como es la tinea pedís
en mocasín.
La clínica de la tinea pedis puede ser muy variada, aunque
suele simplificarse en tres patrones o formas clínicas según la clínica
predominante, aunque dichas formas suelan solaparse entre sí, pudiendo originar
picor, escozor y malolor entre otros síntomas:
La forma intertriginosa o interdigital, en que se
produce maceración, fisuras y descamación en los pliegues interdigitales (“espacios
entre los dedos”), habitualmente con predominio del último espacio (ya que por
razones anatómicas, es donde más condiciones de humedad-maceración pueden
darse), y que puede diseminarse a la planta y superficie dorsal próxima a los
dedos, acompañándose de olor desagradable. Ésta parece ser la forma más
frecuente.
La forma hiperqueratósica o “en mocasín”, con
descamación blancogrisácea con base eritematosa (rojiza) y distribución
irregular por toda la planta, a veces con gran hiperqueratosis (con “durezas”).
Es la más crónica y difícil de diagnosticar.
La forma eccematosa, dishidrosiforme o
vesículoampollosa, más aguda y húmeda, con vesículas (pequeñas “ampollas”) y
vesiculopústulas formando placas más o menos redondeadas, con preferencia por
el arco plantar y tendencia a invadir zonas laterales y dorsales próximas. Al
evolucionar dejan áreas de piel denudadas con collarete descamativo periférico.
El diagnóstico diferencial se planteará con diferentes entidades como el
intertrigo candidiásico (por otro tipo de hongos, la Candida, un tipo de
levadura) o bacteriano, con el eccema dishidrótico (también conocido como
pompholix) u otros tipos de eccema (eccema de contacto, dermatitis atópica), e
incluso con psoriasis palmoplantar, queratodermias, eccemas de contacto…
además, en niños se debe tener en cuenta en el diagnóstico diferencial la
dermatitis plantar juvenil.
Por ello, es conveniente procurar confirmar el
diagnóstico, ya que en caso de tratarse de otra entidad, si realizamos un
tratamiento incorrecto puede agravarse el problema. Debemos por tanto consultar
al médico especialista (el dermatólogo), y el diagnóstico correcto deberá ser
precedido por una historia clínica completa y la toma de muestra (escamas de
piel) raspando la zona afectada, para realizar un examen directo en busca de
hifas características del hongo (que confirmarían la tiña), y a su vez para
realizar un cultivo micológico, con objeto de identificar el organismo causante
en cuesión.
Respecto al tratamiento, aunque en teoría para el
tratamiento sería suficiente con antifúngicos tópicos (cremas), por producirse la
infección en áreas de piel con capa córnea (la capa más superficial de la piel)
muy gruesa, ésta dificulta la penetración del tratamiento, y es habitualmente
necesario el tratamiento oral (la toma de pastillas).
Por otro lado, debido a su tendencia a la cronicidad,
es necesario extremar la higiene con un buen aseo de la zona y minucioso secado
posterior, especialmente a nivel de los espacios entre los dedos. Asimismo es
aconsejable el uso en lo posible de calzado transpirable, evitar el uso del
mismo calzado por más de tres días seguidos, y procurar no ir descalzos en
lugares públicos de aseo. En caso de lesiones exudativas (lesiones agudas,
húmedas) es aconsejable el uso de fomentos astringentes, y si existiese
sobreinfección bacteriana (lo cual es habitual), deben añadirse antibióticos.
Más información:
-Crespo Erchiga V, Delgado Florencio V, Martínez
García S. Micología dermatológica. Ed. M.R.A. Barcelona, 2006. -Havlickova B, Czaika VA,
Friedrich M. Epidemiological trends in skin mycoses worldwide. Mycoses. 2008;51(Suppl. 4):2–15. -Delgado Florencio V, Crespo Erchiga V. Micosis
cutáneas. Medicine. 2002;8:4805-15.
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