Aunque
habitualmente se ha asociado al acné con la adolescencia y el “desarrollo
hormonal”, lo cierto es que cada vez es más frecuente encontrarnos con mujeres
adultas que nos consultan por este motivo.
Recientemente
fueron publicados en la revista de la Academia Europea de Dermatología dos
interesantes estudios que revisan los conocimientos existentes respecto al acné
en este grupo de mujeres adultas, y que resumiremos a continuación.
Es evidente que el acné de la mujer adulta es una afección crónica con
gran impacto psicosocial y emocional para quien lo padece.
Según el momento de
aparición de este acné, tienden a diferenciarse dos grupos de mujeres adultas
con acné. Por un lado, las que presentan un “acné persistente”, como
continuación del acné que presentan desde la adolescencia, y otro grupo, de
“acné de tardía aparición”, que comienza a presentarse ya en la edad adulta. En
ambos casos, es frecuente la asociación con inflamación, formación de
cicatrices y manchas.
Aunque
no está completamente claro el origen del acné adulto, parece que están implicados
la cierta predisposición genética (“herencia”), la exposición solar, la
obesidad, niveles elevados de colesterol de tipo LDL y el tipo de alimentación.
De hecho, parece que una dieta con bajo contenido glucémico (de azúcares) puede
ser útil para mejorar estos cuadros. Respecto al estrés, también relacionado, un
reciente estudio internacional, realizado con 347 mujeres mayores de 25 años
mostró además que se trataba mayoritariamente de mujeres que tienen un oficio
considerado «estresante». Por otro lado, ante signos de hiperandrogenismo
(elevación de hormonas masculinas), como ciclos menstruales irregulares, exceso
de vello, seborrea… sería conveniente descartar alteraciones hormonales
asociadas, sobre todo el síndrome de ovarios poliquísticos.
Clínicamente, las lesiones de este acné suelen ser algo diferentes a las
que solemos ver en el acné del adolescente, si bien en recientes estudios no se
aprecian grandes diferencias al respecto. Así, en las mujeres adultas los
“granos” (pápulas, pústulas, nódulos…) son generalmente (no siempre) más
prominentes en la barbilla, alrededor de la boca, en área mandibular, y el cuello
(en los adolescentes, hay generalmente más afectación de frente, nariz…).
Además, los comedones suelen ser cerrados, como “microquistes” bajo la piel (en
general, existen más lesiones inflamadas que en adolescentes, y menos “puntos
negros”).
Respecto a su tratamiento, es un acné frecuentemente refractario a
diferentes tratamientos, requiriendo frecuentemente varios meses de tratamiento para obtener
una respuesta aceptable, y es fundamental enfocarlo de forma global, incluyendo
los cosméticos (maquillaje, etc), y teniendo en cuenta el tipo de lesiones
(inflamadas, retencionales), el tipo de piel, y las necesidades y estilo de
vida (dieta, hábitos…) de cada persona de forma individual.
Entre los tratamientos utilizados, que como comentábamos antes dependerán
de cada caso, y que frecuentemente se combinarán entre sí, se encuentran cremas
de antibióticos, ácido azelaico, peróxido de benzoilo, retinoides (derivados de
vitamina A), sales de zinc y ácidos exfoliantes, peelings químicos, así como
pastillas (antibióticos, anticonceptivos orales, antiandrógenos, retinoides,
zinc…) e incluso (para posibles cicatrices) láseres, peelings químicos…
Más información:
-Dréno B, Thiboutot D, Layton AM, et
al. Global Alliance to Improve Outcomes in Acne. Large-scale international
study enhances understanding of an emerging acne population: adult females. J
Eur Acad Dermatol Venereol. 2015;29(6):1096-106.
-Dréno
B, Layton A, Zouboulis CC, López-Estebaranza JL, et al. Adult female acne: a new paradigm. J Eur
Acad Dermatol Venereol. 2013;27:1063-70.