A día de hoy la aplicación tópica
(sobre la piel) de las cremas esteroideas (cremas que contienen corticoides, “cortisona”)
sigue siendo la “piedra angular” en el tratamiento de los eccemas de la
Dermatitis Atópica (especialmente) y muchas otras enfermedades cutáneas tan
frecuentes como pueden ser la psoriasis o los eccemas de cualquier origen.
Sin embargo, es cada vez más
frecuente encontrarnos con pacientes (y/o cuidadores de pacientes) e incluso muchos profesionales sanitarios (farmacéuticos sobre todo, pero también enfermeros y
médicos menos habituados al uso de corticoides tópicos) con Corticofobia,
entendiendo como tal al desarrollo de sentimientos y creencias negativas (miedo,
rechazo...) respecto al uso de corticoides aplicados sobre la piel.
En una revisión sistemática
reciente sobre Corticofobia realizada en la Universidad de Yale (Estados
Unidos) en que revisaron casi 500 estudios publicados, concluyen que ésta
ocurre en el 21-83% de los pacientes con Dermatitis Atópica, siendo un fenómeno
global, y se relaciona claramente en éstos con mayores tasas de no adherencia
(no cumplimiento correcto) respecto al tratamiento.
Probablemente gran parte de la
culpa sea de los especialistas que sí estamos habituados a su uso, que quizás
por falta de tiempo no explicamos de forma detallada los pros y contras de este
tipo de tratamientos, si bien se relaciona también con la falta de información (o
por recibir una información incorrecta) desde los profesionales sanitarios en
general, pero también desde amigos, familiares, información escrita y, por
supuesto, desde internet.
En este post intentaremos arrojar
algo de luz al respecto.
Los corticoides tópicos se llevan
usando desde los años 50, y tienen un excelente perfil de seguridad cuando son
usados de forma responsable y correcta.
Efectos adversos
relacionados al uso de los corticoides tópicos:
Los
corticoides tópicos (como cualquier otro fármaco) no están exentos de posibles
efectos adversos, aunque el problema es que la población identifica este perfil de posibles adversos con los relacionados al uso de corticoides sistémicos (vía
oral, intramuscular, intravenosa…), lo cual es completamente diferente.
Algunos de los efectos adversos
que pueden relacionarse con un uso (por lo general, con un "abuso") de los corticoides tópicos podrían
ser la aparición de atrofia de la piel (la piel se vuelve frágil, fina…),
estrías, telangiectasias (vasos sanguíneos dilatados bajo la superficie de la
piel), dermatitis perioral (irritación alrededor de la boca), lesiones de acné,
hipopigmentación (pérdida de color de la piel), o hipertricosis (aparición de
vello en zonas de piel en que no debería haberlo).
De la misma manera, aunque es muy
poco frecuente, existen personas con dermatitis alérgica de contacto a los
esteroides (en estos casos, suele ser suficiente con cambiar de grupo químico
de esteroide para evitar el problema), y aunque no está clara su existencia,
algunos hablan de taquifilaxia (pérdida de eficacia del corticoide tras un
tiempo de uso).
Y si éstos eran infrecuentes, es absolutamente
excepcional poder encontrar efectos adversos sistémicos, como serían el retraso
del crecimiento, el síndrome de Cushing o la supresión del eje
hipofisario-adrenal, efectos que sí podemos ver con el uso (sobre todo tras largos periodos de tiempo y dosis elevadas) con los corticoides sistémicos.
Por otro lado, la Corticofobia también tiene consecuencias:
Así, muchos fallos en el tratamiento
de la dermatitis atópica se relacionan con una falta de adherencia al
tratamiento por esta corticofobia.
La Corticofobia puede llevar a que muchos
padres no traten los eccemas de sus hijos (que no tienen culpa de nada) de
forma correcta, aplicando las cremas esteroideas de forma errática.
Por un
lado, retrasando el inicio de la aplicación: si esperamos a que el eccema sea muy
intenso para tratarlo, esto conllevará el consecuente malestar que éste irá provocando, y originará que requiera
finalmente más cantidad de corticoide que la que hubiese sido necesaria si se
hubiese tratado al inicio del cuadro).
Por otro lado, aplicando el tratamiento por un periodo de tiempo
insuficiente (que puede hacer que las lesiones vuelvan a aparecer con más
facilidad).
De la misma forma, el rascado y la irritación cutánea favorecerán que se produzcan sobreinfecciones.
Pero además, es importante comprender que el no tratar de forma correcta un eccema de un niño (por ejemplo) puede tener consecuencias más allá de la piel.
A nivel psicológico, el picor ocasionado por el eccema puede originar que el niño esté irritable y que no duerma (y por tanto no descanse) bien. Se ha comprobado de igual forma que estos niños tendrán riesgo de desarrollo de ansiedad, estrés, depresión… presentando con cierta frecuencia sentimientos de culpabilidad, y limitando además su vida diaria (actividades sociales, práctica de deportes…). Además, en los padres/cuidadores se reproducirán estas consecuencias: si el niño no duerme bien, frecuentemente tampoco lo hará el cuidador, y no es raro tampoco encontrar en éstos estos sentimientos de culpa.
Del mismo modo, esto tendrá también consecuencias a nivel económico, en relación a la compra de productos varios, visitas a médicos, absentismo escolar/laboral…
Además, en los últimos años se ha postulado que el correcto manejo del eccema en la dermatitis atópica podría ser útil en la prevención de la llamada “Marcha atópica”. Ésta consiste en la progresión de las manifestaciones alérgicas de la dermatitis atópica favoreciendo el desarrollo de alergias alimentarias, de rinitis alérgica (presente en hasta 25% de las personas con dermatitis atópica) y el asma (presente en el 30% de éstos), y parece ser resultado de la compleja interacción entre los defectos de la función barrera de la piel y la respuesta del sistema inmunológico vinculada al desarrollo de enfermedades atópicas, a su vez muy relacionadas con factores ambientales. Se supone que esta alteración de la barrera cutánea sería vía de entrada al organismo (a través de la piel) para sustancias alergénicas (que inducen el desarrollo de alergias), que podrían ser transportadas hasta la piel por ácaros ambientales. Esto podría explicar porqué algunos niños atópicos presentan una reacción alérgica tras ingerir un alimento por primera vez, cuando sería esperable que esto no pudiese ocurrir hasta que hubiese habido un contacto previo con ese alimento que sirviese para hacer sensible al individuo.
Es difícil poder confirmar esta teoría (por los conflictos éticos que supondría realizar un estudio en que unos niños con dermatitis se tratasen y otros no), pero la hipótesis sería, en definitiva, que si compensamos con tratamiento las alteraciones de la barrera cutánea (con hidratantes-emolientes, y cuando sea necesario, con corticoides), se podría prevenir el desarrollo de alergias y asma, y de la misma manera, supone que si no tratamos el eccema cuando sea oportuno, sería más probable la progresión de la marcha atópica, favoreciendo el desarrollo de alergias y asma.
En definitiva, es importante entender que ante la aplicación de
una crema esteroidea de forma apropiada, y bajo
supervisión médica, la posibilidad de
presentar efectos adversos relacionados a su uso será mínima, y de escasa
importancia, y su perfil beneficio/riesgo será claramente positivo.
Más información:
-Alvin WL, Yin ES, Antaya RJ. Topical Corticosteroid Phobia in
Atopic Dermatitis: A Systematic Review. JAMA
Dermatol. 2017;153:1036-1042.
No hay comentarios:
Publicar un comentario